miércoles, 2 de marzo de 2011

Historias y decisiones de Sergio Aguiló.


Hugo Guzmán (reporte.cl)Durante diez años de dictadura no fue tocado por la DINA ni la CNI, siendo parte de la dirección de la Izquierda Cristiana. Ya en transición, optó por conformar el “ancho socialismo” y emigró al Partido Socialista, “la casa de la izquierda”. Lleva 20 años como diputado de la Concertación, y reconoce que sólo en los diez últimos exteriorizó críticas fuertes. A fines del 2010 renunció al PS porque consideró que esa colectividad colaboraba con iniciativas del gobierno de la derecha. Cuenta cómo redactó la carta de renuncia. Habla del Partido Comunista y de una nueva fuerza de izquierda. Y asegura que en las elecciones presidenciales ningún candidato irá bajo el nombre de la Concertación. Historias y decisiones de Sergio Aguiló.

-¿Cuándo entró al PS?

-A comienzos del 91. Llevábamos un año de transición democrática y el órgano directivo de la Izquierda Cristiana (IC) adoptó por mayoría la decisión de ingresar al Partido Socialista (PS). Yo había militado en la IC unos 20 años, desde 1971, cuando se fundó. En el momento de ingresar al PS, encabezaba nuestra organización el compañero Luis Maira. Los miembros del Comité Central que estuvieron por mantener la IC, no obstante acataron la mayoría, decidieron desarrollar la organización, siguió existiendo y ha hecho importantes aportes todos estos años.

-¿Se sintió cómodo con ese cambio?

-La idea era contribuir a que el PS se constituyera, como era usual decirlo en aquellos tiempos, en la casa de toda la Izquierda. Confluyeron con nosotros destacados dirigentes y militantes del MIR que decidieron entrar al PS, importantísimos dirigentes del PC, como Fanny Pollarolo y Antonio Leal. El 89 y el 90, habían ingresado al PS gente del Mapu. De tal manera que el PS era la casa de toda la Izquierda, a excepción del PC que seguía siendo la otra columna vertebral de la Izquierda chilena. Nos sentimos cómodos pensando que efectivamente esa casa común iba a desarrollar una política enraizada en su historia, mirando el futuro con correcciones que había que hacer. Habían caído el Muro de Berlín y los países socialistas del Este de Europa, y las reflexiones tenían que ver con esos antecedentes.

-Ahora, a finales del 2010, renunció al PS.

-Así es, lo hice después de 40 años de militancia en partidos de la Izquierda, 20 en la IC y 20 en el PS. He distribuido equitativamente mi militancia.

-Entre 1971 y 1973 dónde estuvo su actividad política.

-En el frente estudiantil. En la IC las células de base se llamaban Comunidades para el Socialismo, CPS, milité en la CPS de la Escuela de Economía de la Universidad de Chile y si hubiera habido elecciones a fines de 1973 en la FECH, habría sido el candidato de la IC.

-¿Y durante la dictadura?

-La IC, como el resto de los partidos populares, fue perseguida, fueron detenidos o exiliados sus principales dirigentes. Pedro Felipe Ramírez que fue ministro de Minería de Salvador Allende e importante dirigente de la IC, estuvo detenido tres años, en la Isla Dawson y luego en la Academia de Guerra de la FACH. Otros dirigentes como Bosco Parra, Jacques Chonchol, Juan Enrique Miquel, fueron exiliados. Tuvimos que hacernos cargo de la dirección una generación que en promedio no tenía más de 22 años. Fui llamado, en 1974, a ser parte de la Comisión Política clandestina de la IC junto a compañeras y compañeros. Ahí me mantuve hasta el año 1981 en que la represión nos tocó fuerte y fuimos detenidos un grupo importante de compañeros.

-Estuvo diez años sin ser tocado.

-Exactamente, sin que dieran con nosotros. Hay que decir que en la lista de prioridades de la DINA, hasta el año 1978, estaba el PC y el MIR, el PS. No estaba el Mapu ni la IC y eso ayudó a que pudiéramos eludir la represión. Pero el año 1981 fuimos detenidos, fuimos torturados y estuvimos presos en distintos lugares. En 1982 salí en libertad provisional, en 1983 comenzaron las protestas y un grupo de compañeros que estábamos ubicados por la represión, comenzamos a tener un rol público y yo me involucré en dirigencia pública. Emergió el Movimiento Democrático Popular (MDP), el Bloque Socialista que se hacía cargo como referencia pública de la Convergencia Socialista, estaba la Alianza Democrática.

-¿Esos diez años fueron de reorganizar a la IC, sólo de resistir, a qué se dedicó como actividad personal?

-Esos diez años fueron de reorganizar al partido, generar políticas de salvataje de dirigentes, tratar de salvar la vida de compañeros que estaban más “quemados”, en fin, tener casas de seguridad y otras medidas. Diría que a partir de 1976-1977, empezamos el trabajo hacia afuera, trabajos de propaganda intensos, nos opusimos el 80 al conato de plebiscito de la dictadura, estuvimos en varias ciudades, la IC llegó a estar organizada en las trece regiones del país, tenías sus regionales, estuvimos muy activos desde la clandestinidad. En lo personal, trabajé en transporte escolar. Con otro compañero de la IC adquirimos una liebre Wolswagen, de esas amarillas, y era una especie de manto, de encubrimiento, porque dejaba mucho tiempo durante el día para las tareas partidarias.

-Después de tanto tiempo en un partido, ¿qué lleva a salirse para irse a otro; que el otro es más grande, dudas ideológicas?

-Somos tributarios de una Izquierda que era más globalizada, que estudiaba, que había pasado por la experiencia de la Segunda Internacional, de la Tercera Internacional, y nos entendíamos parte de un ancho curso de los socialistas. Entendíamos que a nivel mundial había dos grandes corrientes, una comunista, que era la de la Tercera Internacional, y una socialista, que en Europa era de corte más socialdemócrata, y que en América Latina era más bien de tendencia revolucionaria. Haciendo la distinción de que una posición revolucionaria era, usando el lenguaje de esa época, estar en contra del poder del Estado burgués y por la construcción de un Estado distinto, alternativo, que llamábamos República de los Trabajadores. Esa corriente socialista, en plena dictadura, constituyó algo que se llamó la Convergencia Socialista, nació en Chile y en el exterior. Había dos rieles. Por un riel el PC, y por otro riel el mundo socialista, que tenía cuatro o cinco partidos. Planteamos que en ese riel hubiera un solo partido. Por eso entraron miristas, mapus, izquierdas cristianas, al PS. Naturalmente que quien está en política quiere pertenecer a una organización poderosa, grande, y en ese sentido el tamaño del partido no era irrelevante. Fue una reflexión de diez años donde hablamos del ancho curso del socialismo chileno.

-Se lee y se escucha que ese partido del “ancho socialismo” adopta una actitud de asimilación de tesis neoliberales y socialdemócratas profundas.

-Así es. La Izquierda chilena, todos sus actores, jugó un papel extraordinariamente digno durante la dictadura. La consecuencia de la Izquierda en la lucha contra la dictadura fue muy grande. Se comportó decente y comprometidamente. Asumida la transición, los resultados hablan por sí solos. La Concertación, salvo enmendar radicalmente la política de la dictadura en materia de derechos humanos, restricción de las libertades públicas y haber iniciado un proceso de verdad y justicia -ahí está el informe Rettig, el Valech, los procesos abiertos en contra de violadores de derechos humanos- y reestablecer las libertades básicas y las elecciones libres, en lo económico y social lo que se hizo fue administrar el modelo que dejó la dictadura militar. No se cambió el código laboral, hoy tenemos menos trabajadores sindicalizados que durante la dictadura; en privatizaciones, la Concertación profundizó ese camino, privatizó todos los puertos de Chile, privatizamos todas las empresas sanitarias, la principal generadora de electricidad, Colbún Machicura; se fortalecieron las AFP y las Isapres, que están intactas y legitimadas.

-¿Mantuvo una actitud crítica cuando eso sucedía?

-No siempre. Mi actitud crítica viene desde hace diez años. No de hace 20.

-¿Por qué no?

-Se lo digo como explicación, no como justificación, porque es una autocrítica que debo hacerme. Silencio durante diez años. Durante ese tiempo ocurrieron dos fenómenos. Uno, la presencia de Augusto Pinochet en la comandancia en jefe del Ejército. La microcultural de la Concertación en esa época era que el que levantara la voz para hacer una crítica, se le asignaba la responsabilidad de estar alentando un golpe de Estado. Yo me acuerdo las reuniones a las que iba Enrique Correa, y Edgardo Boeninger, y que cualquier crítica significaba que se alimentaban los ejercicios de enlace de los militares, los “boinazos”, donde estaba Pinochet vivito y coleando. Había cierto miedo, aunque creo que se abusó de ese miedo.

-Hace poco, en una entrevista, Enrique Correa dijo que en ese momento tenían, en el gobierno, el convencimiento de que no había ninguna posibilidad de un golpe de Estado.

-Es un personaje a estudiar.

-Parece entonces que era un miedo alimentado desde el gobierno.

-Exactamente, era un miedo alimentado expresamente. He llegado a la convicción de que en el desmantelamiento de las organizaciones sociales, de la movilización social, de protesta, que fue tan activa durante la dictadura y que mereció el respeto de todos los países de América Latina, hubo un plan para desmantelar todo eso, para desmantelar el descontento, las críticas, porque esa gente estaba contra la dictadura pero también en contra del modelo neoliberal que oprime a los ciudadanos.

-Había inhibición a la crítica.

-Sí, como le decía, había dos fenómenos. El primero era la presencia de Pinochet y el miedo a que hubiera una regresión. El segundo, tan notable como el primero, era que a partir del segundo y tercer año de la transición, empezamos a crecer al siete por ciento, cuando en América Latina se crecía al dos o al tres por ciento. Estábamos triplicando el crecimiento. Cuando alguien, tibiamente, de manera privada, hacía una crítica, lo miraban como que estaba loco, enfermo.

-Había ciertas políticas sociales también.

-Claro, habían avances sociales, se disminuía la pobreza, aunque la desigualdad se mantenía igual. Vino entonces algo notable. Antes de que empezara la crisis asiática, a fines de los noventa, hubo una elección parlamentaria, y ahí la Concertación, sin crisis ni desempleo, creciendo al siete por ciento, habiéndose ido Pinochet de la comandancia del Ejército, perdió 750 mil votos, casi un millón. Empezó la famosa disputa entre autoflagelantes y autocomplacientes, y fue la primera disputa en la Concertación, acallada inmediatamente. Hubo dos documentos, de autoflagelantes y autocomplacientes, pero ya había un grupo, ahí está el documento, es conocido, que tuvimos una opinión más crítica todavía, que lo llamamos “La gente exige cambios”, que lo suscribía un contingente de la cultura, estaban Diamela Eltit, Marcela Serrano, Luis Sepúlveda, varios artistas de televisión, varios cineastas, y del mundo político estaba Fanny Pollarolo, Guido Girardi, estaba yo y la Juventud Demócrata Cristiana. Eso ocurrió durante el gobierno de Eduardo Frei. Después, al inicio del gobierno de Ricardo Lagos, hice circular una propuesta completamente crítica, “Chile entre dos derechas”, en donde dije que más allá de los temas de derechos humanos, había otros temas pendientes.

-¿Ese es el hito de sus diferencias con la Concertación?

-Sí, ese es el hito principal.

-¿Desde cuándo es diputado?

-Soy diputado por el distrito de Talca y juré en marzo de 1990. Estoy en mi sexto periodo.

-¿Cómo se puede estar tantos años, con tantas diferencias, dentro de un conglomerado con el que se tienen tantas diferencias? No se debe pasar muy bien.

-Sí, es así. Mire, en la Izquierda tenemos una cultura, que es hacer todos los esfuerzos, los posibles y los imposibles, los inimaginables esfuerzos, por “dar la pelea desde dentro”. Le puedo decir sin temor a equivocarme, con una convicción profunda, porque he recorrido todo el país reuniéndome con los socialistas, que no menos de la mitad de los militantes piensa exactamente como Jorge Arrate, Esteban Silva, Rubén Andino, Carlos Moya, Luis Sierra, todos miembros del Comité Central, que renunciaron al PS hace más de un año, para levantar la candidatura presidencial de Arrate. Tenían críticas aun más a la izquierda de lo que yo puedo plantear. Me di cuenta, siendo ahora vicepresidente del partido, miembro de su mesa ejecutiva nacional, que el PS cambió su ADN, que es una frase de un gran compañero socialista, Alfonso Guerra, y se la tomo prestada. El PS no será nunca más un partido de Izquierda, revolucionario, en el sentido de postular cambios sustantivos en la sociedad. No volverá a ser el gran agente transformador de la sociedad.

-Cuándo decide dar la pelea desde fuera.

-Cuando hicimos las críticas dentro del Comité Central, se nos decía que estábamos en el gobierno y no se puede estar gobernando y discutiendo, es incompatible; o usted gobierna o usted discute. Yo pensé que alguna vez íbamos a estar en la oposición y tendríamos la obligación de discutir y hacer las críticas.

-Con esa postura se renunciaba a mantener una actitud de rebeldía.

-Obvio. No hay nada que pueda mantener más vivo a un partido que la discusión interna, recogida del movimiento social, de las luchas, de la rebelión, de la rabia de mucha gente, porque no era un asunto de unos intelectuales, la gente tenía rabia con la Concertación. Llegó el momento en que estuvimos en la oposición, propusimos la discusión, pensamos que venía la autocrítica, nada lo impedía, y qué pasó. A la dirección del partido le baja un síndrome curioso: colaborar con el gobierno de Sebastián Piñera en varias materias. En vez de hacer la autocrítica, de abordar el alejamiento de las bases sociales, de los trabajadores, de preocuparse de la educación pública, ocurre que el gobierno manda un proyecto de royalty -que fue una mentira como tal-, un impuesto específico marginal al cobre pero que tenía como contrapartida una invariabilidad que significaba postergar la soberanía del país respecto de los recursos del cobre por 30 años, y se le dio el visto bueno. Se generó una discusión entre nosotros. Después viene lo de los empleados públicos, la pelea porque terminen las exoneraciones y aumentar sus remuneraciones, llevábamos ocho mil trabajadores despedidos, y surge la actitud del presidente del PS, absolutamente inexplicable, en relación a facilitar con su voto que no haya el aumento salarial pedido por el sector público. Después viene el proyecto de educación pública, donde Joaquín Lavín señala que es la reforma más grande que ha implementado Chile, después de la de Eduardo Frei Montalva en los años sesenta. Hoy, apenas el 36% de los niños chilenos está matriculado en escuelas públicas, lo que es brutal, en ningún país en el mundo hay una educación pública tan desvalorizada como la chilena. Terminamos apoyando como PS esa reforma y esa fue la gota que, para mí, rebalsó el vaso.

-¿Usted comparte la tesis de que la Concertación y la derecha son parte del mismo proyecto, del mismo sistema, y se retroalimentan?

-No quisiera creer, no puedo creer, que se hayan sentado en una mesa dirigentes de la derecha pinochetista, de la Concertación, del PS, y hayan decidido llevar adelante un proyecto como éste, y haber dicho “ustedes cumplen esta tarea y nosotros esta otra”. Pero, si ser parte del mismo proyecto es que unos y otros no hacen ninguna crítica de fondo, estructural, al modelo neoliberal, que unos y otros son finalmente cómplices de que el modelo siga existiendo, donde todo se privatiza, el Estado se jibariza, y donde el resultado es una desigualdad brutal en la sociedad, una de las más grandes del planeta, yo creo que sí, que son parte del mismo proyecto. Si uno va a juzgar a la Concertación por lo que dice, hay un romanticismo maravilloso, pero si la juzga por lo que ha hecho, ha sido un conglomerado cómplice de la mantención del modelo neoliberal.

-¿Le costó escribir la carta de renuncia al PS? ¿Dónde la escribió?

-Terminó la reunión de la Comisión Política, debatimos a fondo el tema de la reforma a la educación. La comisión está integrada por más de 25 personas, la tesis de rechazar el proyecto de Lavín-Piñera ganó apenas 4 votos, el mío y el de otros compañeros y compañeras…

-Absoluta minoría.

-Absoluta minoría. Más de 20 votos a favor de respaldar ese proyecto, lo que demuestra que está en el ADN del partido ese tipo de ideas. Fue a las diez de la noche, llegué a mi casa a las 11, terminé a la una de la mañana de redactar la carta, a las 7 de la mañana me fui al Congreso, la pasé al computador y la entregué al Comité Central a las ocho y media de la mañana, a los correos electrónicos. A las 11 de la mañana la hice llegar a la prensa.

-¿En algún momento dudó?

-En ningún momento. Yo escribo las cosas en la noche y las reviso en la mañana, porque quiero que pase el test del sueño. Tomo café, leo lo que escribí, y si no pasa el test del sueño, no va.

-¿Esa carta pasó el test del sueño?

-Completamente. Y ha pasado el test de los días.

-¿Y no pasó del test del sueño a ser una pesadilla?

-Nooo, estoy viviendo un momento de libertad extraordinario. Estoy juntándome con gente en la que creo. Me invitaron mis amigos Jorge Arrate y Esteban Silva a una reunión donde se juntaron más de 400 personas de distintos orígenes de Izquierda, gente que venía desde el Frente Patriótico Manuel Rodríguez hasta de la IC y del Socialismo Allendista, además de organizaciones sociales, de movimientos de diversidad sexual, ecologistas. Se está construyendo un esfuerzo noble, con gente que sabe que en estos tiempos lo único que se puede tener de una fuerza de este tipo es trabajo, trabajo y trabajo, nada más.

-Se llama Comité por Más Izquierda. ¿Usted está comprometido con esa fuerza?

-En la generación no, tendría que ser muy patudo. Pero me siento parte.

-¿Podría convertirse en un referente que agrupe a muchas agrupaciones de Izquierda?

-Entiendo que la idea es construir una gran fuerza política reconociendo las diversidades de los socialistas, de los ecologistas, de los cristianos de izquierda.

-El Partido Comunista plantea la opción de acuerdos con la Concertación. Se han producido gestos. ¿Usted ve al PC más cerca de ese PS que perdió su ADN, que de referentes nuevos de Izquierda?

-Esa es una ilusión óptica. Soy compañero de banca de Guillermo Teillier, y en todos los temas que le he comentado y durante estos meses de gobierno de Sebastián Piñera, los tres diputados comunistas no se han perdido en ningún momento. Hablaron y votaron contra el mal llamado royalty, contra la privatización de la educación pública, estuvieron en la lucha de los empleados públicos, han estado haciendo oposición. Ahora, usted es periodista de la prensa alternativa, y sabe que no es en la prensa oficial o privada donde ellos van a tener espacio para informar de su proceder. Ahí están las votaciones y las intervenciones de Guillermo Teillier, de Lautaro Carmona, de Hugo Gutiérrez, ellos son muy activos en el Parlamento. Creyendo en la Izquierda, ellos tienen ese realismo que uno nunca puede abandonar en la vida, y es que para ganarle a la derecha, como dijera ese cantor popular, “por qué no paramos el hueveo y nos juntamos todos”. Los comunistas tienen ese realismo, lo que no es una mala idea. Es irrebatible. Pero si eso se hace sin perfilar a la Izquierda, sin levantar fuerza, caemos en lo mismo, y quizá le ganamos a la derecha pero nuevamente tenemos un gobierno de administración del modelo neoliberal. ¿Cuál es el antídoto para no tener una nueva administración neoliberal aunque sea una fuerza opositora a la derecha?: Que haya una Izquierda fuerte. Que tenga un proyecto fuerte y que no tenga temor, afianzada en la fuerza popular, de aliarse a sectores de centro, mucho más autocríticos que la directiva de la DC, como la gente de Océanos Azules, que presentó un documento extraordinariamente interesante y una autocrítica muy profunda.

-¿Es posible revivir la alianza comunista-socialista o ya es historia?

-Aunque pueda tener un componente mucho más amplio, ese entendimiento comunista-socialista, esa convergencia, es muy gravitante. Sólo que el componente socialista no estará en el partido oficial sino en una fuerza nueva que está emergiendo, probablemente en una iniciativa como la que estábamos comentando.

-Esos grupos de izquierda, ¿tienen que lograr un punto de conexión con el PC? Porque se les ve separados y muy críticos hacia los comunistas.

-Sin duda. No hay nada peor en una cierta y marginal tradición en la Izquierda, que el anticomunismo. Entendimientos y convergencia con el PC tendrá que haber siempre, en beneficio de los intereses de los trabajadores. Creo que en eso no hay ningún problema, y que en esas fuerzas de carácter socialista y popular que están emergiendo eso es super claro.

-Pero llegan las elecciones y el PC prioriza por hacer pacto con la Concertación o grupos de izquierda no quieren pactar con los comunistas.

-Bueno, eso ya es política ficción. Si emerge una fuerza sustantiva de Izquierda, el PC se va a entender primero con esa fuerza y luego veremos. Hay elecciones y elecciones. En las municipales si no llevamos un candidato a alcalde en todas partes, probablemente no le vamos a ganar a la derecha y le vamos a entregar todas las alcaldías. Al mismo tiempo, si la Izquierda –y sólo doy un criterio- no lleva listas a concejales y en su momento una lista a parlamentarios, estaremos desperfilándonos fuertemente. Todo depende de qué elección hablamos. Estamos unidos en el concepto de unidad y lucha. Lucha significa perfilar ideas profundamente transformadoras y eso solo lo puede hacer la Izquierda; unidad significa siempre distinguir al enemigo principal y ese será la derecha pinochetista.
-Ganó Piñera y pareció culminar un periodo. La transición queda atrás. La Concertación cumplió un ciclo. ¿No llegó un momento decisivo para la Izquierda y lo que pueda hacer y que eso tenga efectos en el futuro?

-Creo que usted tiene toda la razón del mundo. Porque por primera vez están pasando fenómenos de la transición. La alianza política que derrotó a Pinochet y que gobernó durante 20 años, perdió las elecciones, por primera vez. Segundo hecho inédito: esa fuerza política, si le hacemos caso a las tres principales encuestas políticas de Chile –Cep, Cerc y Adimark- tiene una adhesión inferior al 20%, que es dramático. Tercer hecho, por primera vez en estos 20 años, actores de esta esmirriada fuerza política han exigido que se transforme radicalmente, que termine como existió y que se abra a una nueva alianza de los opositores. Al punto que no tengo dudas de que cualquiera sea el resultado de las próximas elecciones presidenciales, el o los candidatos de la oposición, no van a llevar el timbre de la Concertación. La Izquierda extraparlamentaria dejó de serlo porque todos sienten una cierta representatividad en los tres parlamentarios comunistas. Por primera vez, desde lados distintos, se confluye a la idea de construir una nueva fuerza socialista que dé cuenta de las necesidades de cambio. Este es un esfuerzo serio y sólido, por la cantidad de actores que confluyen en conformarlo. Todos estos datos nos indican que estamos en esos periodos de quiebre de la historia, donde termina un ciclo y puede comenzar otro. Naturalmente, un ciclo con mayor presencia de la Izquierda, comunistas por un lado, y esta nueva fuerza socialista o como se quiera llamar.

-¿Cuáles son entonces las prioridades de este periodo?

-Construir una nueva fuerza de izquierda y oponerse tenazmente y derrotar al gobierno de derecha. -

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