Jecar Neghme habla en una manifestación contra la dictadura en el centro de Santiago |
Se me hace difuso recordar, exactamente, en qué circunstancia concreta conocí a Jécar Neghme. Sí recuerdo el contexto de dictadura que vivíamos y el ambiente general de la época. A pesar del mundo represivo, frágil y gris que nos rodeaba, para nosotros la década de los ochenta fue también una época de sueños colectivos y de rebeldía. Tiempo de urgencias impostergables y entusiastas con la esperanza en un futuro distinto. Tiempo de movilizaciones en las calles, liceos, universidades y barrios. Momentos de creación cultural y expresiones artísticas, en peñas, parroquias y recitales, en la ACU, en Nuestro Canto, Alerce y tantas otras.
Juntos participamos en interminables debates sobre como terminar con el autoritarismo, sobre el tipo de cambios estructurales que habría que retomar y construir en el país. Debates intensos y apasionados, entorno a tácticas y estrategias. Discusiones sobre formas y métodos de organización y lucha, y como aquello influiría en la movilización para conquistar la democracia.
Discutíamos también sobre la izquierda, su unidad y la renovación del socialismo. “Ni calco ni copia, sino creación heroica” como sostenía el amauta peruano José Carlos Mariategui, frase que quizás resumiría bien nuestras búsquedas.
Sentíamos que teníamos la responsabilidad de hacernos cargo de una historia y tragedia heredada, cuyos protagonistas principales habían sido otros, muchos de los cuales, volverían años después, a estar tan presentes en la política chilena. Compartíamos la idea de transversalizar los entendimientos en la izquierda y en la oposición para avanzar más rápido en la unidad y en la movilización conjunta para terminar con la dictadura. Neghme se definía como un hombre de izquierda pluralista y demócrata intrínseco, y así lo reflejó en su practica como dirigente y vocero del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
Jécar Neghme fue un ser humano valiente. Creía ante todo en la vida y la vivió intensamente. No cualquiera hubiera asumido un rol político y una vocería pública en tiempos de represión de un movimiento que había sufrido el aniquilamiento físico de muchos de sus dirigentes y militantes, la persecución permanente y su demonización por parte del régimen militar.
Priorizó la movilización social y popular, como método de construcción de unidad y confluencia de las fuerzas progresistas y de izquierda. Su opción política no se fundaba solamente en una visión ideológica; le conmovía profundamente la pobreza, sus rostros e historias concretas. Era ante todo un rebelde frente a lo injusto.
Con Jécar nos unió afecto y amistad, así como una mutua complicidad al compartir siendo bastante jóvenes, responsabilidades dirigentes en nuestros respectivos partidos proscritos. Sentíamos a su vez, que no había mucho tiempo para ser jóvenes, puesto que había que demostrar cierta impronta de mando y proyectar una imagen más adulta para poder dirigir y representar posiciones políticas y asumir vocerías.
El flaco al que a veces le llamábamos también “el turco”, fue hijo de Jécar Neghme Cornejo, dirigente socialista, asesinado en Temuco en 1973 por efectivos militares.
No lo dejaron terminar sus estudios en el Pedagógico. La urgencia que sentía de luchar por un Chile más justo lo hizo subordinar después todo a ese urgente compromiso. Neghme fue relegado y sufrió la persecución constante. Águeda Sáez, dirigenta y su compañera, tuvo el hijo de ambos sola en un hospital público, mientras Jécar era buscado intensamente y se encontraba clandestino.
Sin embargo, a pesar de sus dolores acumulados, nunca perdió la sonrisa y su característica y explosiva risa. Inteligente y buen polemista, poseía un chispeante y rápido sentido del humor y la “talla” a flor de labios. Gozaba con cosas simples.
Lector de poesía, novelas y literatura (siempre andaba con un libro debajo del brazo), amante del cine, al que nos escapábamos a veces, entre reunión y reunión, desde la sede de la Izquierda Unida en el Barrio Brasil. Admirador del Pato Lucas por lo fresco, genial e independiente en contraposición al sometimiento de Donald y la avaricia del Tío Rico. Seguidor como buena parte de nuestra generación de los personajes del Themo Lobos, Mampato y Ogú. Sin embargo, hasta hoy lamento no haberle preguntado si le gustaba también “Artemio” y el “Súper Cauro” y si había leído la revista “Cabro Chico”.
Conferencia de prensa de la Izquierda Unida (MIR,PC,PRSD,PSA,IC) en dictadura de izquierda a derecha: Jecar Neghme, Jose Cademartori, Anibal Palma,Camilo Escalona,Esteban Silva |
Once años después de su muerte, en el marco de un evento Iberoamericano, tuve la oportunidad de recordar con el Presidente Comandante Fidel Castro aquella conversación con Jécar Neghme. Busqué después, sin éxito, lo que me pareció lo más importante de aquellos difusos recuerdos: la foto que nos tomamos con el flaco en aquella larga noche. De alguna manera su presencia, junto a la foto que no encontramos, se quedó en esas tierras y se hizo presente después a través de su hijo Jécar, quién hoy estudia medicina en la Habana.
Recuerdo también aquel 5 de octubre de 1988. En la Casona de San Isidro de nuestro amigo Jaime Cavada, a metros de la Alameda y del Diego Portales. Los dirigentes de la Izquierda Unida, encabezados por Aníbal Palma, Camilo Escalona, José Sanfuentes, Jaime Cataldo y Guillermo Arenas, entre otros, coordinábamos con el Comando del NO, y seguíamos el desarrollo de aquél largo día. Entre ellos, Jécar Neghme se distinguía por sus meticulosos análisis, pero por sobretodo, en su optimismo en el futuro que comenzábamos a conquistar.
La última vez que lo vi con vida fue en marzo de 1989. Un día antes de mi partida a vivir un periodo fuera de Chile. Aquélla mañana de sábado, caminamos sin rumbo fijo por los faldeos del Cerro San Cristóbal. Conversamos sobre nuestras vidas y de nuestros proyectos personales y colectivos. Compartimos sueños e inquietudes, y sobre todo, como seguir juntos construyendo transversalidades y expresando rebeldías. Nos preguntábamos como hacer para fortalecer una izquierda de mayorías en el Chile que pronto comenzaría a transitar hacia la democracia. Por cierto, mucho más lentamente y con menos protagonismo popular de lo que hubiésemos imaginado y querido.
Después de años de una prolongada lucha de su familia, abogados, amigas, amigos y compañeros, la memoria venció al olvido y la verdad y la justicia finalmente se abrieron paso.
Los autores intelectuales y los asesinos confesos de Jécar Neghme, eran miembros activos del Ejército y formaban parte de la Brigada Azul de la Central Nacional de Informaciones (CNI). Los Capitanes Arturo Sanhueza y Silvio Corsini y los coroneles Eduardo Norambuena, Pedro Guzmán y Manuel Allende Tello, fueron sometidos a proceso por el Ministro en Visita Hugo Dolmestch.
Nuestros recuerdos se hacen difusos con el paso del tiempo. Pero la memoria histórica es obstinada y a pesar de todo siempre vuelve. Jécar Neghme nos hace falta. Lo he pensado y extrañado todos estos 16 largos años.
Muchas veces me he preguntado como él, hubiera procesado los cambios y transformaciones vertiginosas que ha experimentado el mundo y nuestro país. Nunca podré saberlo. Sin embargo, sé que hubiera seguido siendo un rebelde, y un constructor del nosotros. Un entusiasta protagonista de la idea y la práctica para que otro Chile sea posible.
Recordando a Jécar Neghme, asumimos nuestros dolores de vida y reafirmamos nuestros sueños colectivos.
Esteban Silva Cuadra
*Texto Publicado en el Mostrador en 2005 y en el Libro: “Reflexiones Allendistas desde nuestra América y el Sur” de Esteban Silva. Ediciones ILAES Posgrados/KINKOS Editores,2013
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