lunes, 12 de septiembre de 2011

Roberto Avila: “De todas maneras hay un homicidio (en el caso del Presidente Allende)”


En pleno desarrollo se encuentra el proceso que lleva adelante Mario Carroza, ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, para esclarecer la forma en que murió el Presidente Salvador Allende y aplicar las sanciones sobre los responsables.

Así lo señaló a este medio Roberto Avila Toledo, abogado querellante en el proceso por la muerte de Salvador Allende, cuyos restos fueron exhumados en mayo, en el marco de una investigación abierta para establecer judicialmente las causas de su muerte. De entre las cuatro querellas entabladas, el profesional representa al Movimiento Socialista Allendista.

Hace pocos días, Avila visitó la región y aprovechó la instancia para reunirse con este medio, remarcando que este proceso esté lejos de considerarse agotado o terminado, ya que a la fecha no hay resoluciones que den por establecido el suicidio del ex Mandatario “como se ha impuesto mediáticamente por algunos de los medios de comunicación más influyentes”.

Manifestó que en este momento hay una serie de diligencias destinadas a acreditar quiénes fueron los pilotos de los aviones Hawker Hunter que bombardearon La Moneda: “Hay allí responsabilidades evidentes por el delito de homicidio u homicidio frustrado respecto del Presidente”.

Por otro lado, la autopsia que se practicó “no hizo otra cosa que ratificar la autopsia ilegítima, sobre la cual no había credibilidad ninguna, que se había practicado en los días siguientes al 11 de septiembre por los mismos militares responsables de la muerte de Allende”. Esta ha sido cuestionada en el proceso fundadamente por distintos querellantes.
“Ha habido informes nuevos como el del doctor (Luis) Ravanal (del Servicio Médico Legal), que se han acompañado, y no hay ninguna resolución del ministro Mario Carroza que dé por establecido jurídicamente que el Presidente Allende se suicidó”, añadió.

Tesis del homicidio

“Pensemos que de todas maneras hay un homicidio, sea que el Presidente hubiera puesto fin a su vida por mano propia o que hubiera muerto por la acción directa de terceros, pues en ambos casos lo determinante para su muerte no es la voluntad del Presidente Allende, quien no quería morir, él quería vivir”, expresó Avila.

Para él, lo determinante en ambos casos es la voluntad homicida de quienes llevaron adelante el golpe de Estado en Chile, el 11 de septiembre de 1973, y que se grafica en una frase del general Pinochet, que está grabada y adjuntaron en el proceso: “Ofrézcanle un avión viejo y el avión luego se cae”, seguida de otra que señala “muerta la perra, se acaba la leva”.
Para Avila, esa voluntad homicida es la que lleva al Presidente a la muerte, “y quienes aún estén en este mundo deben entonces recibir las sanciones legales del caso, toda vez que esos hechos son claramente delitos de lesa humanidad y, por lo tanto, son inamnistiables e imprescriptibles”.

La tesis del homicidio la reforzó con la evidencia de que durante todo el gobierno de Allende distintos grupos terroristas como Patria y Libertad buscaron matar al Presidente, incluso con la colaboración de servicios de inteligencia como el del Ejército argentino y brasileño, cuyos países vivían y sufrían una dictadura militar: “La voluntad fue siempre matar al Presidente Allende. Hubo varias operaciones e, incluso, una de ellas termina con la muerte del comandante en jefe del Ejército, general René Schneider Chereau. La voluntad fue permanente de matarlo, lo consiguieron el 11 de septiembre de 1973”.

El otro “11”

Subrayó que el Presidente Allende no tenía la voluntad de morir, era un hombre muy vital que hizo todo lo posible por conservar su vida, por conservar la democracia. “Y aquí hay un símil muy significativo con el 11 de septiembre de 2001, cuando en Nueva York terroristas atacaron las Torres Gemelas”, añadió.

El abogado recordó que aquí se discutió si las personas que se arrojaron al vacío desde las siniestradas torres se habían suicidado o habían sido víctimas de homicidio: “Las compañías de seguros naturalmente eran partidarias del suicidio, lo que las eximía de pagar una indemnización. La Suprema Corte estableció que esa muerte era un homicidio, porque las personas no habían tenido la voluntad libre al momento de tomar la decisión de arrojarse al vacío, sino que simplemente estaban tratando de evitar una muerte aún más terrible y se estableció que era homicidio”.


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