Después de más de una década de iniciado los gobiernos progresistas en Sudamérica, el nuevo desafío está en la integración de las distintas visiones de desarrollo en cada país. Además surgen nuevos movimientos que se alejan de las lógicas neoliberales
Luego de un ciclo que parece consolidado, países como Uruguay, Brasil y Bolivia enfrentan nuevas elecciones este 2014. Si bien los analistas coinciden en que ha habido avances en torno al perfeccionamiento de la democracia, la política y las instituciones, aún existen desafíos sobretodo respecto a la integración, hecho que estaría relacionado a que los gobiernos de la región han optado por distintos modos de crecimiento. Además, surgen nuevas exigencias que buscan avances más radicales y lógicas menos neoliberales.
Un ejemplo de los cambios ha sido Ecuador, que en el año 2008 generó una asamblea constituyente que refundó la Constitución y el concepto de la democracia hacia una perspectiva del tipo directa y participativa, lo que ha generado un mayor equilibrio en materia económica con las demandas y derechos sociales. O Bolivia, que con la elección de Evo Morales tuvo a su primer mandatario de raigambre indígena transformando al país en un Estado Plurinacional. O Brasil, que durante el gobierno de Lula incorporó a las personas que estaban en la extrema pobreza mediante mejoras a las políticas sociales de redistribución básica.
Para Esteban Silva, director de relaciones internacionales de Instituto Latinoamericano de Altos Estudios Sociales, estamos en un momento donde hay tendencias y tensiones en los gobiernos populares, progresistas, como en Brasil, donde dentro del Partido de los Trabajadores también aparecen tendencias hacia una democracia popular más anti capitalista.
“Son partidos y movimientos de izquierda que están experimentando cambios y tensiones por demandas sociales más radicales y por posiciones de izquierda que quieren más cambios, reformas más profundas, más estructurales y menos lógicas de administración neoliberal. Las propias izquierdas tradicionales han dado paso a nuevas fuerzas”, aseguró.
Silva también se refirió a Chile, pero como un país que no ha sido capaz de sumarse a estos movimientos, sin ser capaz de hacer cambios profundos a sus estructuras, que no se integró en una lógica transformadora anti neoliberal, incluso con los gobiernos de centroizquierda.
“Chile no es parte de una serie de procesos de integración que gracias a estos gobiernos de izquierda o progresistas o populares permitieron Unasur primero, hasta llegar hoy día a la Celac. De alguna manera todos estos otros gobiernos han ido caminando en mejores condiciones incluso con políticas más moderadas como el caso del Brasil, pero con reformas más significativas que todas las hechas en Chile. Incluso las que se están planteando hoy día por parte del gobierno de la Presidenta Bachelet”, dijo.
En algo que coinciden los analistas es que aún hay muchos desafíos para la región, entre ellos la integración, que sigue siendo un tema pendiente, que en conjunto a la diversidad de proyectos progresistas en sus distintas expresiones, generan una divergencia sobre cómo entrar a los procesos de modernización.
Para el investigador del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, Gilberto Aranda, la polifonía de proyectos presentes en la región hace que la integración sea más compleja.
“Por cierto que hay lugares de encuentros, como Celac, como Unasur, pero también existe una divergencia de estrategias de desarrollo y de inserción internacional que hace difícil consensuar algunos elementos. El otro desafío por supuesto es reducir la pobreza y la extrema pobreza y generar grupos sociales con la capacidad y la autonomía de tomar decisiones de diferente tipo”, explicó.
Así, en octubre del presente año habrá elecciones en tres países de la región, primero en Brasil, luego en Bolivia y finalmente en Uruguay, donde los partidos progresistas tendrán una nueva oportunidad de ofertar propuestas capaces de entusiasmar a naciones que, de algún modo, ya cambiaron.
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