Por Rubén Yocelevzky
Con pena y rabia vi ayer, viernes 2 de enero de 2014, en los noticieros de televisión como el Ministro de Hacienda, Arenas, y la Ministra del Trabajo, Blanco, visitaban al arzobispo de Santiago, un italiano conservador y retrogrado, para presentarle, según sus propias palabras, el Proyecto de Ley sobre Reformas Laborales.
Esta acción de servilismo hacia un grupo religioso y del cual Chile está separado desde el 18 de Septiembre de 1925, fecha en que se promulgo la Constitución que llevaba la firma de Arturo Alessandri, es un retroceso penoso, lamentable, rechazable e indigno de un gobierno que parecía tener algo de dignidad en sus posturas, al menos de compromiso con su propio programa.
Volver al oscurantismo que ha marcado la presencia de la iglesia católica en los lugares donde ha ostentado poder político a lo largo de la historia, es lo más repugnante que he visto en mis casi 70 años de vida como militante de la izquierda chilena, este hecho no es una novedad; hace algunos años una acción similar efectuaron los dirigentes y parlamentarios democratacristianos al presentar como ofrenda, en una misa del día 1 de mayo de 2007 en la catedral de Santiago los, entonces, dos proyectos de modificaciones legales en beneficio de los trabajadores, y hecho que también ocurría en un gobierno de los mismos partidos políticos que hoy gobiernan Chile.
Las preguntas o reflexiones son:
¿Harán esta presentación a otras cabezas de organizaciones como la presidenta de la CUT, el Presidente de la ANEF, al presidente del Colegio de Profesores, al Gran Maestro de la Masonería chilena, a otras organizaciones religiosas?
¿Hasta dónde retrocederá este gobierno en ser servil con quienes son sus principales críticos y detractores en todos los frentes en que presenta lo que parece ser el cumplimiento de su programa de gobierno?
Santiago, 3 de enero de 2014.
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