Paddy Ahumada
Partido Socialista. Partido defendiendo a los trabajadores durante largos años. En esos tiempos, militar en el PS significaba ideología clara, compromiso político y acción práctica, definida en sus congresos generales. Con aciertos y errores, como toda organización formada por seres humanos, pero siempre, indefectiblemente, reiterando su voluntad latinoamericanista, defensa de los trabajadores y desposeídos, autonomía respecto de los centros ideológicos mundiales y construcción de teoría marxista “conforme al avance del conocimiento científico” como señalara el gran Eugenio González.
Nunca fue fácil militar en el Partido Socialista. Las corrientes ideológicas socialistas que el año 1933 se juntaron para construirlo, eran variopintas y con no pocas diferencias conceptuales. Trotskistas, marxistas, leninistas, socialdemócratas, en fin, casi toda la gama de variantes del socialismo europeo se dieron cita en el partido y naturalmente intentaron llevar agua a sus respectivos molinos, generando tendencias en la organización, que no pocas veces significaron la división, la enemistad de años, el rechazo entre militantes, pero que, inevitablemente, frente a la debilidad objetiva que suponía el estar separados para enfrentar las graves coyunturas políticas que se generaban en Chile, regresaba la cordura y en el PS se volvían a juntar los que se habían separado.
El triunfo del compañero Allende en 1970, hito esencial en la historia del socialismo chileno, fue consecuencia del consenso alcanzado por las organizaciones populares para utilizar el voto como instrumento esencial de conquista del poder. Pero esta posición no era ni siquiera mayoritaria en el seno del partido. Recuerdo que el año 70 yo era miembro de la dirección regional Valparaíso, y a pesar de la enormidad de las tareas que suponía el trabajo eleccionario, y de los acuerdos del Congreso de La Serena, donde fue proclamado Salvador Allende como candidato oficial del PS, pese a todo ello, en el local del partido, ubicado en la subida Almirante Montt, en Valparaíso, penaban las ánimas. De los quince dirigentes regionales oficiales, no asistían más de ocho o nueve, pues el resto consideraba que elegir por el voto era una pura pérdida de tiempo. Y no es que se estuviesen entrenando militar y físicamente para una eventual alternativa armada. Nada de eso. Simplemente se restaban.
Sin embargo, al día siguiente del 4 de septiembre de 1970, conocido el triunfo relativo del compañero Allende, me fue casi imposible entrar al local partidario, dada la cantidad de personas que abarrotaban el viejo local, impidiendo su acceso. Y todos alegando que eran militantes socialistas de hacía muchos años… Es que el aroma del posible pituto de gobierno siempre ha sido demasiado fuerte para muchos.
Lo que pasó después ya es conocido y sufrido para recordarlo aquí. Sin embargo, cosa no menor fueron, por una parte, los casi seis u ocho partidos socialistas que brotaron durante la dictadura, cada uno con su visión particular acerca de cómo derrotarla y, por otra, el triunfo político que finalmente alcanzó la llamada “renovación socialista”, curiosamente argumentada por quién con más fuerza y decisión había apoyado la construcción de una fuerza revolucionaria para sostener el gobierno del Presidente Allende: Carlos Altamirano.
Con esa “renovación” se inició a mi juicio el proceso de desideologización del partido, del esconder su esencia de organización política de los trabajadores, latinoamericanista y autónomo. Ella permitió también el surgimiento de un conjunto de dirigentes muy diferentes en calidad intelectual y política respecto a los viejos dirigentes, Eugenio González, Aniceto Rodríguez, Adonis Sepúlveda, Clodomiro Almeyda, Exequiel Ponce, por citar algunos. Y es así como hoy día, al cumplir sus 80 años, el Partido Socialista, junto con todos los demás partidos del espectro político nacional, es rechazado por la ciudadanía; es incapaz de construir teoría marxista de acuerdo al avance del conocimiento de las ciencias; nada le dice Latinoamérica, en especial aquellos países que, siguiendo la huella de Allende, construyen patria autónoma, digna, antiimperialista y soberana; sin autonomía al seguir los dictados de la socialdemocracia europea, a la que se adhirió; en suma, a los 80 años los actuales dirigentes han transformado al glorioso Partido Socialista en una organización decrépita, aislada de las masas, conservadora del modelo neoliberal impuesto por la bruta fuerza por el dictador asesino; centrada sólo en la posibilidad de regresar a los pitutos del estado, cuestión transformada en doctrina por algunos dirigentes a los cuales El Mercurio denomina “hombres de Estado”…y se lo creen.
Es una lástima, pero, como siempre ocurrió en la historia del PS, nacen, se desarrollan y vigorizan corrientes socialistas auténticas, que por ahora están fuera de la orgánica formal, pero que sin duda, más pronto que tarde, serán los únicos capaces de volver a construir un socialismo auténtico orientado a los trabajadores de Chile y Latinoamérica.
Valparaíso, abril de 2013
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