lunes, 11 de marzo de 2013

El llanto de un gigante

Rodrigo Cabezas*

La nación venezolana esta conmovida, una ola de tristeza embarga a las grandes mayorías populares, un sentimiento de dolor logra unir a millones de seres humanos en nuestro país y en el mundo. La muerte a destiempo del querido compañero Presidente Hugo Chávez Frías nos trasmite la sensación de un vació personal y societario; personal porque pareciera que perdimos a un familiar amado y, societario ya que es una encrucijada histórica no imaginada. 

A Hugo Chávez Frías la derecha mundial no le reconoció ninguna virtud, de cierto él no les dio tregua, no se las pidió nunca, combatió con sus verdades, con su autenticidad de líder popular, con su convicción de la necesidad imperiosa de cambiar el destino aciago de su pueblo humilde, con su visión de que la unidad de América Latina y el Caribe planteada por la generación libertadora del siglo XIX, era tarea pendiente. 

Las oligarquías, particularmente los dueños de las grandes corporaciones de comunicación e información, se cártelizaron para una y otra vez, hasta el cansancio, mentir sobre su proceder, calumniarlo sobre sus ejecutorias, difamarlo en relación a su proyecto de emancipación socialista. En algunos casos llegaron a hacer dudar a gente buena, sencilla e incluso a militantes del cambio que recelaban del carácter popular y radicalmente democrático del proyecto bolivariano que enarboló con éxito.

Hugo Chávez se empinó por encima de mil obstáculos para derrotar la vieja hegemonía bipartidista que hacia prisionera a la República de una clase política corrompida. Hacerlo supuso una dosis de sacrificio y valentía personal que fue mas allá de la retórica clásica de demagogos y charlatanes. La insurgencia de la juventud militar que lideró, en febrero de 1992, acunaba un proyecto de liberación nacional que rompía paradigmas en la América Latina ensangrentada por dictaduras militares fascistas. La unión cívico-militar se hacia presente para, entre otros elementos, caracterizar el proceso de cambio que se aperturaba con la victoria popular obtenida en diciembre de 1998.

Tras catorce años de gobierno bolivariano se instala un nivel de conciencia política como nunca antes en los sectores populares y empobrecidos que identificaron al Presidente Chávez como suyo, hijo del pueblo que ungido de poder nunca traicionó sus esperanzas y anhelos. La revolución bolivariana derrotó al neoliberalismo al demostrar que era posible adelantar, en un mismo tiempo y con la misma intensidad, una política que garantizara el crecimiento económico y la inclusión social radical. 

Es imposible negar, si de rigor científico se tratare, que nuestra revolución es ejemplo en el mundo de procesos de reducción de pobreza de manera significativa, colocando el acento en conferir derechos a nuestros ciudadanos y ciudadanas en el plano de la educación y la salud. Cerrar las brechas de la desigualdad y la inequidad social al llevar la pobreza, medida por hogares, de 60% en 1998 a 26% en 2012, ejemplifica el porque de una conexión amorosa y emotiva entre el pueblo y su Presidente, hecho económico y social que la derecha se ha negado a comprender. Tras de ello, y a manera de una explicación imperturbable, es relevante como el Presidente Chávez colocó entre sus objetivos estratégicos “tomar la colina del petróleo”. Sólo con el desmontaje de la apertura petrolera que adelantó la entreguita y vieja PDVSA era posible controlar el flujo de la renta petrolera para saldar con ella la tremenda deuda social que habíamos heredado. Se hacia así justicia al pueblo llano. Supimos como República que se podía ser soberano si éramos independientes. 

Tuvimos un Presidente que se atrevió a proponer “la utopía no egoísta de la historia humana”, el socialismo. Su búsqueda, como creación y hechura del poder popular, la concibió enraizada en nuestras propias peculiaridades nacionales, no era copia del pasado “socialismo real” fracasado. Nuestro socialismo era y es igualdad sustantiva para vivir la vida a plenitud, sin temores a las lacras del capitalismo como el desempleo y la pobreza. 

El pueblo de Venezuela comprendió y asumió que el proyecto bolivariano y socialista que propuso y por el cual se afano hasta su ultimo aliento Hugo Chávez era liberador, que lo hacia protagonista de su propio destino, vocero de sus luchas; supo entonces que era posible tener un Presidente digno que no lacerara su compromiso con los mas humildes, con los sin camisas, los marginados, los analfabetas, los pobres, los desheredados, los indígenas, los discriminados de todo signo.

Esas grandes mayorías populares descubrieron que podían tener patria, y entonces, el concepto dejo de ser académico, abstracto e inentendible. La patria se hizo cotidiana, es un sentimiento, es la nacionalidad, es solidaridad, es nuestro petróleo, nuestro hierro, nuestra tierra, nuestros aguas, nuestro cielo, es la integración, son nuestros libertadores que nos guían, es la igualdad, es la independencia. 

La derecha no lo entiende. Un pueblo que se hace patria se agiganta. Ese pueblo llora al compañero Presidente Hugo Chávez frías tras su siembra en otro jardín. Deberían respetar al pueblo. Es un gigante que llora. 

10-3-13
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Rodrigo Cabezas, parlamentario Presidente del Parlantino, Responsable de Relaciones internacionales y miembro de la Direcci'on nacional del Partido Socialista Unido de Venezuela

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