Esteban Silva Cuadra
La Teletón 2010 viene de culminar exitosamente. Como vehículo de socialización cultural e ideológica el evento se ha transformado en el mecanismo más importante en favor del prestigio y reproductibilidad del modelo económico neoliberal dominante que conozca la historia moderna chilena.
Con la ilusoria idea de la unidad nacional construida para enfrentar nobles propósitos, durante 32 años, la Teletón ha proyectado una falsa unidad entre chilenos, sedimentando y transformando en sentido común la respetabilidad y eficacia del modelo dominante basado en la propiedad privada y en un rol subsidiario del Estado al servicio de la inversión privada como eje central, la desregulación de la economía y flexibilidad laboral, así como la igualdad de oportunidades pero basada en la aceptación permanente de las injusticias económicas y sociales como condición para el desarrollo.
La Teletón nos hizo olvidar desde sus inicios que es el Estado el que debe hacerse cargo de la discapacidad en todas sus dimensiones. El destino de su recaudación contribuyó con gran éxito a instalar en el subconsciente colectivo la idea de que lo único eficaz para hacer frente a la discapacidad es el sector privado a través de Fundaciones, Sociedades, clínicas y establecimientos privados. Ninguna campaña ideológica a nivel nacional en favor de un Estado mínimo subsidiario y de la primacía y eficacia de la empresa privada en nuestra economía hubiese logrado tanto para aquellos propósitos como lo ha hecho la Teletón en la construcción del “sentido común” nacional.
Con sus constantes llamados a la “unidad nacional” y “a ponernos juntos de pie” ha pretendido hacernos olvidar nuestras diferencias sociales, culturales y de clase, nuestros conflictos reales. El espejismo ejecutado una vez al año de manera constante con gran publicidad, contribuye culturalmente a hacernos olvidar la visualización del conflicto social y de la violencia cotidiana que genera la desigualdad, la arbitrariedad y la discriminación sobre el cual se basa el modelo económico actual.
A cambio de sus donaciones, el sistema Teletón genera millonarias ganancias para las empresas participantes. Por una parte, les permite descuentos por donaciones y ahorrarse millonarias campañas en imagen y publicidad para sus productos y servicios. Por otro parte, las empresas obtienen una alta fidelización de sus consumidores y usuarios para productos y servicios.
Al ver en TV a sus ejecutivos entregar con toda pompa y publicidad los cheques que se perciben como generosas y altruistas donaciones, la Teletón nos hace olvidar las millonarias utilidades que obtienen aquellos consorcios extranjeros y nacionales expoliadores de nuestras riquezas y del trabajo de los trabajadores chilenos. La Teletón transforma y presenta así en nuevos héroes a los grandes empresarios, lo que ahora también se extiende a sus familias y dinastías. Ningún programa o espectáculo hizo tanto en favor de una sociedad completamente mercantilizada.
El método Teletón opera como un “reality show” basado en la explotación de la hipersensibilidad de los telespectadores, en donde no sólo importan los discapacitados sino que también la salud y el estado anímico de su animador principal. En medio de una exhibición de publicidad, relaciones públicas, de marcas comerciales se desarrolla una guerra subterránea de los canales por posicionar a sus principales animadores y “rostros”. En las en la parrilla del show espectáculo, compiten en sobre exposición con la farándula, empresarios, parlamentarios y ministros del Chile binominal..
Me asumo como parte de una minoría de chilenos y chilenas que creemos que hay que enfrentar la discapacidad con otro tipo de solidaridad, aumentando la inversión pública y la acción del Estado como resultado de una profunda reforma tributaria que aumente la presión sobre las ganancias de las grandes empresas.
Santiago, 7 de diciembre de 2010.
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